Nuestra actitud es nuestra mirada, perspectiva, o nuestra opinión acerca de algo. Nuestra actitud es nuestro marco mental; es cómo reaccionamos a situaciones, eventos y otras cosas. La buena noticia es que podemos controlar nuestra actitud. La mala noticia es que muchas veces subestimamos el poder de un ajuste en la actitud y el efecto que puede tener sobre el curso y la dirección de nuestra vida.

¿Conoces a alguien que constantemente se queja de todo y pareciera que todo le sigue saliendo mal? y, por otro lado, ¿Conoces a personas que siempre tienen una actitud de fe y son vencedores? Pues en 2 corintio 4:8-9 TLA, Pablo nos enseña la importancia de la actitud frente a la adversidad: «Por eso, aunque pasamos por muchas dificultades, no nos desanimamos. Tenemos preocupaciones, pero no perdemos la calma. La gente nos persigue, pero Dios no nos abandona. Nos hacen caer, pero no nos destruyen». Pablo estaba en una situación sumamente difícil y aun así, su actitud estaba basada en las promesas de Dios. No se dejaba caer pues sabía de dónde venía su fuerza. 

Tener una actitud positiva no es algo que sucede a tu alrededor, sino que reside dentro de ti. No se puede comprar. No se puede fabricar. Comienza con una decisión, una que solo tú puedes tomar. Una actitud positiva tiene la capacidad de elevarte por encima de una mentalidad promedio. Una actitud positiva sabe cómo lidiar con el dolor y actuar bajo presión, esta proviene de tu corazón, mente, cuerpo y espíritu. ¿De qué estás llenando tu mente, espíritu y corazón? ¿de la palabra de Dios o de tus circunstancias? ¡Comienza hoy a confiar en tu Dios y cambia tu actitud!

Oremos: Padre Celestial, se que mis actitudes no han sido las correctas, hoy renuncio a ello y ruego en Cristo Jesús, que me ayude a cambiar mi actitud y gozar de una vida diferente. Gracias en Cristo Jesús ,Amen.
Ps. Cáceres