Sólo tú, Dios mío, me proteges como un escudo; y con tu poder me das nueva vida. Salmos 3:3
¿Recuerdas tu última crisis? ¿Aquella vez que te sentiste profundamente heridos (@) o amenazada? ¿Qué hiciste en medio de ella? Este Salmo es una oración intensa y profundadonde David clama por apoyo y protección en medio de la persecución. Se cree que lo escribió cuando huía de su hijo Absalón quien se había rebelado contra él. La Biblia dice literalmente que Absalón robó el corazón del pueblo de Israel y conspiró contra su padre y se hizo de un ejército al punto que David tuvo que huir de él. David nos enseña a poner nuestra confianza en Dios como nuestro refugio, cuando los seres que más amamos nos fallan, cuando nuestras vidas se ven amenazadas por injusticias y no encontramos la salida.
Entonces aprendemos a clamar afirmando nuestra seguridad y confianza en un Dios todopoderoso: “Pero tú, SEÑOR, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza!”. Es interesante notar que David utiliza un lenguaje militar para describir la situación de lucha en la que se encuentra, pero en la que Dios es su refugio. El escudo era un arma de defensa muy importante y se utilizaba en el fragor de la batalla. Es Dios quien protege al salmista como un escudo dándole absoluta seguridad y esperanza. Y restablece su honor y dignidad levantando su cabeza. David está seguro de que sólo Dios puede transformar su realidad y por eso clama a Él, por eso ora con intensidad hasta hallar la paz que necesita: “Clamo al SEÑOR a voz en cuello, y desde su monte santo él me responde. Yo me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar, porque el SEÑOR me sostiene.”
¿Recuerdas haber pasado noches de insomnio? ¿Tiempos realmente difíciles en que no podías ni conciliar el sueño? David como nosotras llegó también al abismo de la desesperación, pero desde el hoyo profundo clamó a Dios hasta experimentar su protección, la seguridad en Él, la victoria y finalmente disfrutó de su paz. Todas en algún momento de nuestras vidas vamos a necesitar esa intervención divina, esa mano de amor que mueve las circunstancias y a la vez nos acaricia. Esa voz que nos susurra: “Hijo(a) declara tu fe y espera en mí porque yo soy tu escudo y tu salvación”.
El Salmo se inicia con el clamor en medio de la dificultad, pero el salmista avanza en fe y seguridad en Dios. Del conflicto, la lucha, el temor y el dolor avancemos también nosotros (@) a la declaración de victoria, seguridad y paz. Dios siempre responderá a nuestra fe y nos librará de la angustia.
Oremos juntos: Señor enséñame a ser consciente de tu amor y protección cada día de mi vida.
Amén.
Pastor Antonio Cáceres.
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