Palmeral de intimidad.

Nov 27, 2022Blog

“Hazme justicia, SEÑOR, pues he llevado una vida intachable; ¡en el SEÑOR confío sin titubear! Examíname, SEÑOR; ¡ponme a prueba! purifica mis entrañas y mi corazón.” (Salmo 26:1–2) (NVI).


¿Cuántos de nosotros nos atreveríamos a decir estas palabras? El cantor de Israel declara su integridad e inocencia apelando a la justicia de Dios, tal vez como muy pocos de nosotros podríamos hacerlo. Aunque a simple vista las palabras del Salmo podrían sonar inmodesto, insolente la verdadera actitud del poeta es la humildad y su meta es suplicar la misericordia divina.


Sólo Dios nos conoce íntimamente. Sólo él escudriña nuestros pensamientos y conoce nuestros corazones.


El salmista no tiene temor de solicitarle a Dios el reconocimiento de su integridad, testimonio y buenas acciones. Se trata de un adorador que no teme porque ha vivido confiado en el Señor: “Tu gran amor lo tengo presente y siempre ando en tu verdad.” Parece ser que no tiene de qué avergonzarse y que su anhelo es la adoración: “Con manos limpias e inocentes camino, SEÑOR, en torno a tu altar, proclamando en voz alta tu alabanza y contando todas tus maravillas. SEÑOR, yo amo la casa donde vives, el lugar donde reside tu gloria. ¿Amas con la misma intensidad la casa de Dios? ¿Eres consciente de la santidad que se requiere para adorarle? En este poema el salmista nos traza la ruta de la verdadera adoración. Nos dice que ésta debe hacerse con integridad y verdad, con un corazón limpio que se cultiva a lo largo de la vida.


Recordemos las palabras que Jesús le dijo a una mujer samaritana: “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben
hacerlo en espíritu y en verdad.


Cuando salgo para el lugar de adoración, escudriño mi corazón, llego al Templo, entono las alabanzas, participo de la adoración y me hago consciente de mi fragilidad de lo indigno que soy Examino mis pensamientos, reviso mis motivaciones para adorar, y sencillamente no puedo repetir las palabras del salmista. Aunque mi estilo de vida intenta honrarlo, aunque mi corazón está en su lugar santo, aunque lo amo con todo mi ser, reconozco que debo limpiar aún más mi vida y que sólo por su misericordia aprenderé a caminar en integridad. Para finalmente confesar como el salmista: “Tengo los pies en terreno firme, y en la gran asamblea bendeciré al SEÑOR.


Oremos: Padre dependo de tu amor compasivo, en que harás de mí una persona conforme a tu corazón. En Cristo Jesús Amen, Amén
Ps. Cáceres

3 Comentarios

  1. Nicolas Gallegos

    Gloria a Dios

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  2. pscaceres@gmail.com

    Gloria abDios

    Responder
  3. pscaceres@gmail.com

    Gloria a Dios

    Responder

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