Juzgamos constantemente a las personas, nos gusta sentir que tenemos la razón, aunque no sea así. Hacemos esto porque nos brinda una sensación de poder, de autoestima. sin embargo, es bastante nocivo. Por eso me gustaría que esta semana tomes un tiempo para detectar a quiénes y en qué momentos juzgas para que puedas preguntarle al Señor qué es lo que debes hacer. El juicio y la arrogancia son usadas por el enemigo como murallas para impedirnos desarrollar relaciones sanas con los demás, afectando profundamente nuestra relación con Dios. Por favor, no caigas en la tentación en las que cayó Satanás, eres mejor que eso, además, tienes la ayuda y la sabiduría del Espíritu Santo quien nos guía y nos enseña a vivir de la mejor manera.
Observe la siguiente parábola en Lucas 18: 9-14,
El hombre orgulloso y el hombre humilde:
9 una vez, Jesús estuvo hablando con unas personas, de ésas que se creen muy buenas y que siempre están despreciando a los demás. A éstas, Jesús les puso este ejemplo: 10 Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo y el otro era cobrador de impuestos. 11 puesto de pie, el fariseo oraba así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos! 12 yo ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.” 13 El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se daba golpes en el pecho y decía: “¡Dios, ten compasión de mí, y perdóname por todo lo malo que he hecho!” 14 Cuando terminó de contar esto, Jesús les dijo a aquellos hombres: «Les aseguro que, cuando el cobrador de impuestos regresó a su casa, Dios ya lo había perdonado; pero al fariseo no. Porque los que se creen más importantes que los demás, son los menos valiosos para Dios. En cambio, los más importantes para Dios son los humildes.
Reflexiona en qué momentos has juzgado, habla con Dios al respecto. Estoy seguro de que puede darte una respuesta que te sorprenderá en su Palabra.
Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: «Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: «Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos». En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: «Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador». Les digo que fue este pecador -y no el fariseo- quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados».
Oremos:
Padre quita de mi toda arrogancia y permíteme ver en ti la perfección e imitar la humildad de Jesús. Gracias en Cristo Jesús, Amen, Amen.
Ps. Cáceres
Gloria a Dios